Alianza de Civilizaciones (I)

3 abril, 2010

 

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Un mundo feliz (I)

3 abril, 2010

 

Buceaba en la web de la Junta (buscando, he de reconocer, ocasión de medro) cuando me topé con esta noticia, o, más bien, proclama:

“La Consejería de Educación ha hecho entrega de nuevos aparatos de megafonía a 43 docentes de todos los niveles educativos en un acto presidido en la tarde de hoy por el delegado provincial de Educación, Antonio Escámez, y que ha tenido lugar en la sede del Instituto Andaluz del Deporte”. Estupefaciente.

Entrega de las prótesis de voz

Supongo que mi constante estupefacción se debe a una ingenuidad impermeable a los acontecimientos. Hubiera dicho yo que los problemas de salud han de tratarse con discreción, y que los actos públicos se reservan a celebraciones o conmemoraciones felices o solemnes. Como no me cabe la menor duda de que la Junta vela por nuestros intereses con celo insuperable, he de concluir que el acto tuvo el carácter de imposición de condecoraciones o medallas al mérito docente o al heroísmo de guerra. Sigo leyendo: “(…) se dotará a las asesorías médicas de un banco de material de megafonía inalámbrica para préstamo temporal al profesorado afectado”. Uno, que es chapado a la antigua, repara en el insólito pleonasmo (los préstamos son temporales por naturaleza; de lo contrario, son regalos), sin duda dirigido a los no avisados: no se recreen excesivamente con el aparatito, cúrense pronto, que hay que devolverlo. Ah, cómo nos conocen: tendentes al abandono, a la molicie, sin ese espíritu falangista, sin esa voluntad de resurgimiento que lleva al buen profesor a inmolarse en el puesto de trabajo. Imaginemos que el ejemplo cunde y es seguido por, no ya otras consejerías, sino ministerios: “Carme Chacón hace entrega en acto público, en régimen de préstamo temporal, de nuevos miembros protésicos a los últimos artificieros amputados”, “Pepiño Blanco hace entrega en acto público, en régimen de préstamo temporal, de sillas de ruedas a los últimos obreros accidentados en las obras del AVE”. Qué aroma a ceremonia norcoreana, tan caro a las huestes psociatas. Y, sin embargo, qué solución tan española: ante el exceso de ruido, subir el volumen.